Visión de la muerte

Es un hecho que desde los primeros tiempos la visión que se tiene de la muerte va oscilando, al igual que un péndulo, entre dos variables:
Por ejemplo, en la Edad Media, y luego en el Renacimiento, la concepción 'muerte' fue variando con los diferentes cambios sociales; En algunos momentos se la pensaba como algo 'bueno', aceptable, como igualadora, como salvadora, visualizada como ascenso a la vida eterna (Concepción cristiana). Hasta los orfeistas, inaugurando la posterior visión platónica de la amanensis pensaban que la muerte era algo digno y le quitaban valor a la vida; Pensaban que la única forma para elevar el alma a un estado puro y evitar la reencarnación, era la filosofía. En otros momentos se la veía como algo inaceptable, maligno, que venía a llevarse a los seres humanos, a secuestrarnos y en esos momentos se priorizaban el Carpe Diem, el vivir bien, los placeres, la vida misma, aprovechando cada momento.
El concepto que quedó prefijado/establecido en el presente, es el segundo, claro está. Hoy en día le tenemos miedo a la muerte, la intentamos evitar de cualquier manera, no nos importa como; solo evadiéndola. Se hacen vacunas, estudios para alargar el tiempo de vida... y no estoy errado cuando digo que a un gran porcentaje de los seres humanos les agradaría la inmortalidad natural.
Ésta actitud hacia la muerte lleva (como dije antes) al inevitable Carpe Diem, a los vicios, a rechazar la muerte y no abrazarla; a la vida misma.
Mi perspectiva en este punto, es claramente subjetiva, pero no por eso totalmente errónea: El pretender vivir el presente a toda costa y a cualquier costo lleva inevitablemente a olvidar el pasado y a descreer del futuro. La reflexión sobre los actos se anula, la filosofía se cancela (Porque alguien totalmente convencido del valor de la vida se dedicaría todo el tiempo a vivirla, y alguien totalmente convencido de lo contrario se dedicaría a pensar, creándose una relación inversa entre las dos); el pensar pierde valor importando el hoy.
He dicho que el pasado se olvida y se descree del futuro: El pasado no se repiensa, no se medita, como dije antes, y el futuro se encarna en el presente. Cuando más se sumerja una persona en lo que yo denomino "Carpe Diem", cuanto mas tropiece con este tipo de vida, más va a sufrir por los 'accidentes' que le surjan; Si tiene un problema de carácter típicamente inmanente va a sufrir en extremo, adecuado a su estilo de vida de "excesos". El futuro se transforma en hoy, se exagera el hecho hasta darle magnitudes infinitas (Por ejemplo, observemos a un chico que se encuentra sumergido en el Carpe Diem, su hoy es ir a bailar con sus amigos los fines de semana, estar con chicas, hacer ese deporte y hacer esas que le gustan. Supongamos ahora que este chico tiene un traspié: se peleó con su amada novia. Es probable que se amargue, que llore, que crea que el mundo no existe más, que ya nada tiene sentido... ¿Ven la exageración del hecho?)
En fin, con esto retomo mi anterior post de "Vivir y Pensar". Hay que buscar un equilibrio, pero no le tengamos miedo a la muerte, pero tampoco la amemos señores. Disfrutemos la vida, no la despreciemos. O sí, eso queda en cada uno.





Inflamación

La Crucifixión no se repite en cada uno de nosotros, sino en todos. Diariamente, somos testigos de una presencia misteriosa, que nos abarca y nos consume. La vida poco a poco se nos va desnudando, envuelta en tul de seda. Se desenmascara, se deshace en nuestras caras: Nos muestra un rostro, un pecho y lentamente se desarma para quedar rendida a nuestros pies. Casi misteriosamente, nuestros ojos se encandilan en el deseo de intentar ver que existe en lo oculto; De traspasar la seda, de descubrir lo inmanentemente tapado. Nuestros ojos se ciegan, se consumen en esa bella y tormentosa batalla contra el velo, y por nuestra naturaleza, nos olvidamos de deleitarnos con los ojos delineados de la Vida que nos miran, con su boca carmesí, tornada ligeramente a un lado, como ironizando nuestro poco amor hacia ella.

La vida se descubre bellamente, con su música interna, con los vitrales que conforman su pubis. Va abriendo sus secretos a nosotros eternamente. Nos aficionamos a sus miles de rostros, le hacemos ver nuestra belleza con nuestra ansiedad. Ahogamos exclamaciones de deseo y de sorpresa ante sus caderas, ante su virginal ombligo, ante sus infinitos poros y matices.

La muerte mira con el mismo rostro, pero la observamos de oblicua manera. Su mirada nos traspasa, nos ahonda. Sabe que la tememos y se convierte en odio. Sabe que la rechazamos, pero nos cautiva. Tras su velo de seda blanca, o quizás negra, gris o roja, se dispone a besar nuestra boca: A nutrirse del temor. Se acerca a beber la sutil pócima que nosotros mismos preparamos de nuestros mismos labios.

Lo carnal se apropia de la mente. Se inunda de placeres nuestro sentido. Se corre la vista anticipando el hermoso final que nos tiene preparado nuestra amante. Nos gritamos a nosotros mismos, nos arañamos la carne, gritamos sin comprender la belleza de su acto. Sudamos al no saber ver el hombro blanco y virginal de la Vida, de deleitarnos con sus jugos, con su siembra. Exhalamos gritos de ahogo, de vísceras y hormonas, al no ver las lágrimas que se posan sobre su boca tibia y rosa.

Temblamos, la droga corre sobre nuestras venas mientras corremos hacia el vacío que sabemos, dejará nuestra alma cuando hayan bebido de nuestros labios. Nos arrancamos tiras de carne de nuestros brazos con las uñas. Giramos, recordamos con nostalgia esos momentos en que anhelábamos saber que se escondía atrás del velo. Gritamos sobre nuestras propias lágrimas. Lloramos. Lloramos amargamente, porque no podemos ver su lado descubierto.

Y la Muerte nos espera con fraternal parcimonia. Sabe bien que nuestros labios se posarán sobre ella y no a la inversa. Todo fue premeditado. En el telón del teatro ella hace sus finas danzas y nosotros observamos con esperanza que no termine. Que no nos llame y nos diga – Besa mis labios, muchacho.

Anagrama de Craulo El Demencial.


Cuando Craulo en su locura observó las amatulias, el sol violeta (casi violento) le destapó los brazos y la ciclofilia de los ismos le invadió las frágiles falanges. Las curvas salvajes le miraban de reojo, inaccesibles. ¡Pobre Locura de bienaventurado!

El porqué, el qué y el cómo se iban apartando para dejarle paso al es y la mente en lupa.

Los globos (literales) lo acervaban a irse, nadie sabía del enfermizo anacoreta al que la Odisea antigua y FedEx le traían recordatorios de su realidad promiscua.

¡Hados de los vados! Que maravillosamente míticos e interpretitos. Inopia Inocua se reía de su insensatez.

¿Cuándo muera, reirá como ella? Las curvas seguían pasando y Él miraba las uñas largas de los árboles semidormidos y tristes.

Sandokan el de Malasia gruñía bajo su asiento, salmoneaba El Corsario Negro entre las sabanas de tierra. Lucanor lloraba por los malos consejos de Sancho y la xenofobia seguía rodando sin piedras de roca.

¡No! Craulo nunca iba a bailar esos compases, nunca entendería la diferencia entre inmanente y trascendente, más, se podría reir de ello en un plazo relativamente pequeño.

Ares jugaba al ajedrez con Lucifer apostando poder, y el Tártaro le lloraba a Loki para que lo acepte tal como era.




Vivir y Pensar - El efecto curiosidad

"...'La mayor parte de los hombres no quiere nadar antes de saber'. ¿No es esto espiritual? ¡No quieren nadar, naturalmente! Han nacido para la tierra, no para el agua. Y naturalmente no quieren pensar; como que han sido creados para la vida, ¡No para pensar! Claro, y el que piensa, el que hace del pensar lo principal, ése podrá acaso llegar muy lejos en esto pero; ése precisamente ha confundido la tierra con el agua, y un día u otro se ahogará..."
Hermann Hesse - Lobo Estepario (1929)


Esta frase es inevitablemente cierta. Es terriblemente concisa, pero precisamente por ese rasgo, algo incompleta. Los hombres no fuimos hechos para pensar, eso es claro: Basta ver nuestros orígenes para descubrir que los hombres se empeñaron en sobrevivir, en reproducirse, en adquirir lo necesario para tener una mejor vida, pero no en desentrañar los problemas que plantea la filosofía y que son inconclusos.
No hay pregunta filosófica que tenga una misma respuesta para todos los hombres, ¡Esto es claro!: No existe. Cada persona se encuentra sumergida en un pequeño microcosmos, que se basa en algunos axiomas que se forman a base de columnas estructurales. A partir de éstas bases, se forma la personalidad: Quizás logre demoler alguna o levantar otra, pero la mayoría de las bases se mantienen de principio a fin, incluso en las personas que experimentan cambios revolucionarios en exceso (a causa de).
El problema entonces, radica en que estas personas se dedican a pensar, a replantearse, a dialogar consigo mismas hasta llegar a sus propias conclusiones, resultado de su inteligencia y axiomas. Y es definitivamente imposible que sean las mismas que las de otros hombres, ya que cada uno de nosotros es un ser particular. Todos estos hombres no supieron vivir, sino que se dedicaron exclusivamente a pensar, a bañarse de agua, alejandose 'para siempre' de la tierra, sin poder convivir con el ecosistema que dejaban a sus espaldas. Cuanto mas hondo llegan, más lejos están del suelo, más se pierden, más se ahogan y por una paradoja (No de índole casual) más se acoplan al agua: Se vuelven peces, dejando a lo considerado natural para siempre (A menos que sus axiomas se debiliten sobremanera y se decidan a regresar).
Las personas que leen, que piensan metafísicamente y que hacen de ésto un hábito, un modo de vida, son considerados (Por mí, claro está) una especie de peces. El leer conlleva a imaginar, a replantearse, a reflexionar hechos, a vivir vivencias que nunca vivirá en su realidad inmediata. Esto hace que esa persona se entristezca, por dos posibilidades: Porque se empieza a considerar (y lo es) de otro tipo, una persona particular, o bien, si esto no le molesta, porque no puede resolver lo que quiere: El ser humano no está hecho para pensar, sino para vivir.
Mi solución a este dilema, y es una solución que no busca genialidad, ni sobresalir en ningún campo (Está en el medio de ambas), es un equilibrio momentaneo. Es vivir a la manera de un péndulo, yendo de un extremo a otro hasta encontrar un punto que me convierta en un ser feliz. Esta podrá ser la solución de algunos, otros podrán elegir seguir el camino incierto del agua mientras que otros (la gran mayoría) vivirán felices sobre el duro suelo, quizás dudando que hay atrás del horizonte azul, pero buscando la felicidad en los pequeños placeres de la vida.