Vidrios en el suelo

Le prometí a mi alter ego no pensar como solía hacerlo, cuando los breves destellos de lucidez pensaban que el pensar llevaba a la nada, a una fría soledad desnuda, vomitando vida, por no quererla. ¡Sacala de adentro!, me decía; pero yo no quería. ¡Vomitala! ¡Rasgala!, me gritaba; pero yo no quería, me tapaba los ojos como un nene, en un rincón del cuarto, cuando discuten sus papás, cuando las frías palabras hechas hielo y mordazas se clavan en sus espaldas y los tímpanos, dañados por la inocencia dejada, se deshacen en mil partículas, llorando por esos dos seres que constituyen para el su todo.
Soy ese nene, triste, en silencio y gritando en voz bien alta: ¡No griten, cállense, ¿No ven que yo lloro? ¿No ven que mi alma se desagarra, que de azul plata pasa, recubierta en tiras de carne, a rojo sangre y blanco de linfa?! ¿No ven que no quiero? ¿No lo ves, mi alma?
Pasa, el tiempo pasa, y el alter ego de la infancia se desarma, porque no quiero, porque no quiero vomitarla. No quiero. Y rápido se descarrila el arranque de las contracciones, y yo grito y la histeria no quiere que sea el que quiere mi mente. Pero el alma y la mente se funden, ¡Se funden! Y nadie entenderá lo que digo. ¿Lo entendés vos, lector? Yo creo que no, ¡Y ahí está la soledad! En uno mismo: sos tu mortaja.

Aclara, clarea el alba


La vida brilla mientras los sueños vagan. ¿Y qué es un sueño? ¿y qué es la vida? y qué brilla? ¿Qué contempla los márgenes del río, cuando este se va a acostar? Los paisajes de ensueño se meten en la mente, y el cielo, el amado y abandonado cielo, a veces se disuelve en los pensamientos de acá.
Pero no: existen, son bellos, destellos, recreación, y en la espina, ¡En el cuello!, un gris amarillento. Quizás sean guarida de los elfos, quizás sean un bosque; verde, gris, otoñal bosque. Quizás no sea mas que un lago, un serpenteante lago que inunde de belleza las hojas sueltas que vaguen por su pelo.
El cielo existe, pero no es cielo, es recreación de la mente en este terreno. Qué digo ni que callo, ni que susurro canto cuando hablo. Nada entienden los que me escuchan: ni yo mismo lo hago. Dudas - dudas - dudas, y un cielo que despierta. Dudas / dudas / dudas, y un amanecer que clarea.
Sobre el monte, en su paisaje, mañana estoy. Pero no, no quiero un simposio de letras que me carcoma mientras tanto.
Habla el inconciente y oigo sus bagajes. El arrullo de las hojas que me cantan etéreas melodías, (balsámica tríada de lunáticas), baladas de esperanza, y el amanecer que ya no siente, que ya naranja, carcome las copas de la mente. Baladas, música, y guitarra, y el laúd y el arpa que resuenan, tocados por míticos seres, y una escalinata de mármol blanco casi tapado por las hojas y raíces y musgos y naranjas verdes. Y ya clareó, y ya no sueño, y ya me invade el arrepentimiento: de haber dejado plasmado en estas hojas, las ansias de caminar por los prados de la muerte, ¿O de la vida?...
¿De que vale la esperanza, si ella solo se enfoca, en esperar la muerte, para subir la escalinata?.

Amare



"Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio".
Cortazarcito



El circo de la mariposa

The Butterfly Circus
Director: Joshua Weigel



No hay olvido... ni perdón

Dalí y sus arcángeles



Pasiones subsidiarias, gustos y disgustos anexos.

Dios y los ángeles

Decido fotografiar al propio Dios. La tentativa es tan legítima como la de tantos pintores, y sobre todo Miguel Angel, que nos ha legado un Dios, especied e arquetipo muy anciano, radical-socialista, suerte de Jaurés en el cual los pseudoángeles trovadores de largos cabellos premíticos, de puntillas promonárquicas, la juventud hoy ya no puede creer. En plena Revolución Francesa, mientras se exaltaba a la diosa Razón, se busca en Perpignan el metro, esa medida universal, estableciendo el paso más metafísico de la humanidad. Vea el espectro del metro en los cuadros propiamente llamados metafísicos de Chirico, el de Lorca, el del Apocalipsis, y el que Dalí va a utilizar para la foto matemática de Dios.


Sobre el orgasmo: Los padres de la iglesia reconocen que las visiones celestes y los éxtasis de los santos los mojan.


Sobre los libros: Gala, liturgia viviente de nuestros libros sacralizados.


Sobre el cuerpo de la mujer: El rostro de la mujer, para ser erótico, debe ser soportablemente desagradable.


Sobre la energía interna: El mejor de todos los fosfenos.

Sobre las jóvenes: Los pederastas, a la inversa de las jóvenes, cuanto más vírgenes, más ricos.


Sobre los niños: La cabeza demasiado pesada de los niños, tan pesada como una rosa mojada de rocío cuando arranca, con su peso excesivo, su tallo.


Sobre la gastronomía: En toda comida importante: la nuca protegida por pesadas cortinas, y el espectro de la muerte de Marco Aurelio.


Sobre el trabajo: Trabajo babeante de satisfacción, y con todos esos “Tours de France ciclistas” que trabajan para mí, es decir, la noosfera.


Sobre la montaña: Las montañas, de lejos, son como Bach. De cerca, sus rugosidades son las hemorroides del paisaje.

¡Como aparece ante mí, auténtico, sutil y sublime, el grito de San Juan de la Cruz! Ven muerte, tan escondida que no te sienta venir/ Porque el placer de morir me pudiera dar la vida.

¡Allí está el alma española en su esplendor! ¿Cómo no sentir, después de estas palabras, la insipidez burguesa de Montaigne? ¡Oh, muerte sin ser presente, yo te conjuro para que llegues por sorpresa, pues te amo demasiado y la voluptuosidad de tu beso toca mi voluptuosidad de vivir! Rilke dijo que morimos todos de nuestra propia muerte. Que la deseemos oculta no impide que la queramos cada día en su vestimenta fantástica.

Dalí me dijo - Louis Pauwels