Ayax Boremboin

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Cae Áyax cubierto de sangre, primer trágico muerto. Lo mata su Dios, el magnánimo Sófocles, reavivado en el Teatro de Sevilla. Setecientos años después, sigue existiendo. Dos mil, quinientos, también.

Los palcos gritan, comen, beben, se emborrachan, ‘helaaadero’, la plebe se tira manzanas, escupe, grita, bebe, come, se emborracha, ‘Pirulines, goloooosinas’. Áyax sigue muerto, solo, entre el silencio de su gente, entre el ruido de los otros. Algunos se pelean, arman pleitos, empieza el jolgorio, el reggaeton suena, un grupo de amigos gritando, charlando. La gente. La simplemente gente. Yo me escurro, quiero escuchar la ópera.

Áyax ya cayó, ahora lo lloran, la gente se percata, silencio respetuoso (¡Es cultura!). Se escucha a alguien comiendo una manzana. Yo corro, me escurro, busco el silencio, ¿Silencio?, me dice uno, ¿Silencio, acá? Tomatelas, pibe, anda al teatro. Concierto a cielo abierto, argentina. ¡Donde quedó la Atenas del Plata!.

La gente pasa, Aquiles llora (quizás), la gente pasa, silencio en el escenario. El concierto sigue sonando, la gente sigue gritando. Me fui antes de empezar.

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