¡Moros en la costa!

¡Moros en la costa!,
gruñe el capitán.
La barca esta lista
Para abordar.
¡Moros a la vista!
Calan los sables
Y gruñen cañones.
Se prepara el pirata,
Mirando el mar.
¡Moros a la vista!
Se agita la proa
Y las troneras
Escupen su rabia
Hacia el capitán..
Se acerca el barco
Cargado y cansado.
Velamen despierto.
Pirata corsario.
¡Moros en la costa!
Grita el español
Y ya empuña
Su sable de acero
Salta las cuerdas
Y empaña el mar
De saliva espumosa.
De bronca y coraje
De rabia de acero
Y patria en su mirar
El español se despierta
Y surcando el mar
Vence al moro, en la costa
Del mítico Gibraltar.

Labarca

Por girar las cosas malas.
Y sentir hacer la nada.
Camina el peregrino
Enbarca sin barca
Mira ojos sin gracia.
Y llora.

 Ríe el infiel del loco.
Ríe el sepulcro del vivo.
Y el tuerto ensaya pases
Con su mono.

¡Tintinea! ¡Roe!
Restan corazas
(muchas corazas).
Restan anclas
(muchas anclas).
Resta escapar del buque
Correr en abordaje.

Testigo infiel,
Superaré tu garfio.

La poética de los muertos

 Escribo como quien va a la muerte, como quien murió hace tiempo.
 Escribo desde un laúd del siglo quinto antes de Cristo.
 Escribo para que se asusten, para que lloren.
 Escribo intentando trascenderme.
 Escribo desde el fondo de un pozo, viendo a los sepultureros levantando la tierra, sosteniendo la pala, hipnotizados por el crujir de la grava, en silencio, sin vida. Los veo ejercitando su oficio a plena luz del día, por la mañana, entre robles y flores que vinieron a resucitar a los muertos. Los veo transpirando la tumba, dejando su huella sobre mi sarcófago de tierra. Uno se limpia el sudor de su frente con el codo uncido en santa transpiración de vida y el otro clava la pala profundo, hondo,y descansa sobre ella, en actitud de rezo, contemplativo su rostro, finalizando el mantra, disponiendo mi última morada.
 Escribo tranquilo, midiendo cada palabra, exigiéndole espíritu a mis letras.
 Escribo desde las sombras, desde la mierda.
 Escribo un réquiem para los muertos.
 Escribo en un castillo de Austria, en la habitación más austral y alta, acompañado de un candelabro y una copa de frío vino, mirando la niebla que se acumula en la ventana, coronada de blancos laureles de invierno. Escribo con una mano con gota, agarrotada, mientras una gota de sudor, tras mis ropas, me recorre la espalda.   Escribo en burocracia, para mi señor y súbditos, para las infinitas habitaciones de mi castillo. Escribo entre el canto y la risa: espero a Rosaura.

Balada para un loco



Pero ya no hay locos (De León Felipe)
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto y ... ni en España hay locos. Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.
Oíd ... esto,
historiadores ... filósofos ... loqueros ...
Franco ... el sapo iscariote y ladrón en la silla del juez repartiendo castigos y premios,
en nombre de Cristo, con la efigie de Cristo prendida del pecho,
y el hombre aquí, de pie, firme, erguido, sereno,
con el pulso normal, con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas y en su lugar los huesos ...
El sapo iscariote y ladrón repartiendo castigos y premios ...
y yo, callado, aquí, callado, impasible, cuerdo ...
¡cuerdo!, sin que se me quiebre el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio? (yo pregunto, loqueros).
¿Cuándo enloquece el hombre? ¿Cuándo, cuándo es cuando se enuncian los conceptos
absurdos y blasfemos
y se hacen unos gestos sin sentido, monstruosos y obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice por ejemplo:
No es verdad. Dios no ha puesto
al hombre aquí, en la Tierra, bajo la luz y la ley del universo;
el hombre es un insecto
que vive en las partes pestilentes y rojas del mono y del camello?
¿Cuándo si no es ahora (yo pregunto, loqueros),
cuándo es cuando se paran los ojos y se quedan abiertos, inmensamente abiertos,
sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian las funciones del alma y los resortes del cuerpo
y en vez de llanto no hay más que risa y baba en nuestro gesto?
Si no es ahora, ahora que la justicia vale menos, infinitamente menos
que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la justicia tiene menos, infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora ... ¿cuándo se pierde el juicio?
Respondedme loqueros,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos el mecanismo del cerebro?
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario fantasma del desierto
y ... ¡Ni en España hay locos! ¡Todo el mundo está cuerdo,
terrible, monstruosamente cuerdo! ...
¡Qué bien marcha el reloj! ¡Qué bien marcha el cerebro!
Este reloj ..., este cerebro, tic-tac, tic-tac, tic-tac, es un reloj perfecto ...,
perfecto, ¡perfecto!

Apología

Cuando de una fuente que empuja, por los nítidos focos los cristales, a su vez ubicada en una cueva hermosa cuyas paredes de piedra reflejan la nítida agua que extiende un halo de luz verde azulada, cubierta de una noche violeta de estrellas y donde un suelo la tapa de brillantes, verdes pastos, bebe un hombre, la sabia de su cuerpo se agita violenta y le electriza los dedos, sacia su sed y el hambre, y descubre con asombro la inmensidad del universo; que no existe nada más allá de su alma, y que no hay verdad absoluta, sino infinitas y cambiantes, pues no es el hombre uno solo –dirá Heráclito- sino infinitos, como el río, y es allí, en este momento, cuando se piensa el amor a solas, a secas, hacia uno mismo, y descubre que si te quiero... es porque me quise a mí primero.