Cantando estrellas

Érase un joven de los campos, de la vieja vida campestre, de su cosmogonía abierta y planetaria.
 Labraba la tierra con cayos en sus manos y el sudor del sol gravitaba sobre sus pestañas. Amaba él la crianza de caballos, y sobre todo a uno llamado Ceniza, un viejo potro sin raza.
 Transcurría su vida con pausas, con metas y descansos, con las estrellas como vigías y guardias de su alma. Solía caminar sus noches persiguiéndolas; trepando árboles y recorriendo campos hasta encontrarlas y recibir algún consuelo: conoció estrellas que le inspiraron amor a la lectura, otras que le hablaban de las riñas y traiciones del hombre y alguna le contó como era aquello de ensuciarse las manos con barro. Cierta estrella moribunda le habló de revoluciones y anarquías: idealismos lejanos y fantásticos. Acullá conoció los horrores de los ciegos  y cierta noche que vagaba en el campo del amigo y vecino Carlos descubrió una bella estrella brillante y apartada que entornaba los ojos y transmitía algo. Acercose entonces el joven y pudo llegar hasta ella. La miró con paciencia y le preguntó:
 -¿Fuiste vos quien me llamó?
 A lo que ella le respondió con una sonrisa y estas palabras:

De la misma manera que no es casual el girar de los planetas
así distingue el hombre castillos de cal y de arena.
Y así como el rinoceronte precisa del ave
así necesita el hombre de la ciencia y del arte.

1 comentarios:

LokoPoeta dijo...

Excelente chabooon!
Me encantó la frase del final, nunca nada más real!
Andaba medio colgado con el blog, y con leer a mis compañeros, peor acá estoy volviendo jeje.
Me dijo Nico que te vas de viaje, hay que ver si nos podemos juntar a tomar una birrita antes, estaría buenísimo!

Saludo grande!

Mati.

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