Extracto de Almacén de antigüedades de Charles Dickens

142fc496eac1104b24ae30fdcb1cffa1.12518095711 Almacén de antigüedades



Permítaseme una brevísima disquisición para destacar que si el afecto y el amor familiares son dones preciosos para todo el mundo, en casa del pobre resplandecen aún más. Los lazos que ligan al rico y poderoso a su hogar pueden quedar adulterados por el lodo de la tierra pero los que unen al pobre a su humilde morada están hechos de un metal más verdadero y llevan el marchamo del cielo. El que desciende de alta estirpe puede que ame las riquezas y tierras que ha heredado como parte de su propio ser, como trofeos de cuna y poder; sus vinculaciones con ellas son asociaciones de orgullo, riqueza y triunfo. En cambio, el apego del pobre a la vivienda que ocupa, que antaño fue de otro y mañana puede dejar de ser suya, posee unas raíces más hondas y robustas ue penetran en las profundidades de una tierra más pura. Los dioses de su hogar están hechos de carne y hueso, sin mezcla de metales de plata, oro o piedras preciosas. No tiene más bienes que el afecto de su propio corazón, y cuando aquéllos se hacen querer entre cuatro paredes desnudas, a pesar de los harapos, el esfuerzo y la escasez, se puede afirmar que ese hombre recibe el amor familiar directamente de Dios y su rústica choza se convierte en un lugar maravilloso. 
¡Ay!, si tuvieron esto en cuanta quienes gobiernan los destinos de las naciones... Si pensaran en lo difícil que es para el pobre engendrar en su corazón el amor familiar de donde nacen todas las virtudes hogareñas, cuando se vive entre masas densas y escuálidas donde se pierde, o jamás se encontró, la decencia social... Si olvidaran un poco las amplias avenidas y lujosas viviendas y se esforzaran en mejorar las inmundas agrupaciones humanas hacinadas en sucias callejuelas por donde sólo puede circular la miseria.... Muchos tejados bajos apuntarían hacia el cielo con más razón que las poderosas torres que ahora se alzan plenas de orgullo desde el centro mismo del pecado, del crimen y del morbo, escarneciéndolos con su contraste. Esta verdad viene siendo proclamada día a día, con voces cavernosas que se alzan en asilos, hospitales y cárceles, desde hace años. No es ésta una materia leve; no es un mero clamor que surge de la masa trabajadora, ni tampoco una simple cuestión de bienestar popular dicho a la ligera. El amor a la patria nace del amor familiar. ¿Quiénes son mejores patriotas en tiempos de guerra, los que veneran la tierra porque poseen sus bosques, ríos y campos y todo cuanto producen, o aquellos que aman a su país sin tener un pie de terreno propio en toda su soberanía? 

Fuente: Dickens, Charles, Almacén de antiguedades, Editorial Bruguera, Buenos aires, 1970, p. 350 

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