Pueblo en compota


"Cosecharás lo que siembras".

"No hay olvido, ni perdón". 

En un pueblo, con calles y maremotos, con mares y relámpagos, los muchachos juegan y toman otra copa. El edificio está caído, Estación Gascón se llama, los muchachos toman otra copa de más. El facón entre los hombros, miran de reojo: el ancho de espada se huele en la mesa. Grita envido canta uno, vale cuatro estalla otro. Quiero se lanza la mano en la mesa y tiembla. Caen las cartas y el vino, vencido. Todo polvo, todo carne, todo tierra. Gritos, rabia, bronca, saltan las puntadas, ¡rabia!, uno cae pintado, dos perros en el suelo -escupen baba, escupen rabia-. 
Portazo y silencio: cayó la cana. Documentos y se hizo el silencio. Los milicos revisan filas, huelen copas. Abren la caja y no ven nada... Alguno camina y los mira, repasa nombres, ojos, cara. Tiemblan las cartas en la mano, y el ancho queda muerto, clavado, estaqueado. Y ahí, se lo llevan al muchacho, a rastras, vamos lacra, vamos. Traga uno, 'Erp' se escucha, y un eructo. 
Se miran todos y vuelven a jugar, pero el ancho no se huele, no está, no se huele mas. Y el pibe grita basta, basta, y el facón gime por ligarse, por la paz, por matar. Y el pibe grita basta, ¡soy inocente basta!... Y nadie sabe, nadie sabe lo del pibe, y sale truco se escucha desde el falcon. 
Y la mamá, y las mamás: desaparecido. Si algo aprendió de esa lección es a no mezclarse con gente rara. 

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