Zummm...

¡Zuuuuuum! Pasó el sistema (se fue a la mierda).
¡Zuuuuuum! La molécula compuesta de átomos minúsculos también trabaja.
¡Puag! Todo. Todo.
El problema de la teoría es la distancia que lleva inmersa en la práctica.
El problema de la conjetura es que siempre supone una desviación, por minúscula que sea: sea Dios, el arquetipo, o el sabio Demiurgo; todo pasa.
Y ¡Zuuuuuum! Cayó el sistema.
Y ¡Zuuuuuum! Explotó la bomba; todos callan. Las miradas siguen, pasan de largo. Llevan sus cinturones bien puestos y el paraguas en la mano. Las piedras caen y ellos se refugian en su plástico . ¡Lo ven! Yo sé que lo ven, pero…
Y ¡BUM! Ya cayó, ya inmortal, ya yace en el pasto el arte. Se descompagina en múltiples fragmentos: espectro de colores. ¿Quién supone rayos ultravioletas en él? Nadie, nadie, nadie, (todos). Árbol joven cortado, apoyado en el árbol viejo y hueco: Caen juntos: uno por su corte, aquel por el vacío, por su muerte.
Y ¡Zas! Amalgama de locuras. Todos fríos, miradas perdidas. “¡Dios a muerto!”, gritan, (pero lo saben: murió hace tiempo). “¿Qué dices? ¡Estúpido, calla!”... el arte, el siempre salvaje arte, fénix, sabia del hombre, fruto del logos. Un Ayax muerto para esplendor del público; aplausos, gritos y mucha esperanza. Y el mar que ya no sufre, se despedaza, se rearma: son moléculas de agua…
El río pasa… siempre el mismo río ¡Qué sabrán! Creo en mi absoluto, en mi alma dominada, sin dudas, autoritaria alma, vagabunda... salvaje… salvaje alma.

“Che, ¿Cómo estás?”, me preguntás. Y yo te digo que bien, que el fénix va naciendo, le faltan plumas y ese dorado intenso; le falta coraje y huevos; un poco de vino, de locura (¡Lunática ambrosía!); y sobre todo… Compañeros.

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