Anagrama de Craulo El Demencial.


Cuando Craulo en su locura observó las amatulias, el sol violeta (casi violento) le destapó los brazos y la ciclofilia de los ismos le invadió las frágiles falanges. Las curvas salvajes le miraban de reojo, inaccesibles. ¡Pobre Locura de bienaventurado!

El porqué, el qué y el cómo se iban apartando para dejarle paso al es y la mente en lupa.

Los globos (literales) lo acervaban a irse, nadie sabía del enfermizo anacoreta al que la Odisea antigua y FedEx le traían recordatorios de su realidad promiscua.

¡Hados de los vados! Que maravillosamente míticos e interpretitos. Inopia Inocua se reía de su insensatez.

¿Cuándo muera, reirá como ella? Las curvas seguían pasando y Él miraba las uñas largas de los árboles semidormidos y tristes.

Sandokan el de Malasia gruñía bajo su asiento, salmoneaba El Corsario Negro entre las sabanas de tierra. Lucanor lloraba por los malos consejos de Sancho y la xenofobia seguía rodando sin piedras de roca.

¡No! Craulo nunca iba a bailar esos compases, nunca entendería la diferencia entre inmanente y trascendente, más, se podría reir de ello en un plazo relativamente pequeño.

Ares jugaba al ajedrez con Lucifer apostando poder, y el Tártaro le lloraba a Loki para que lo acepte tal como era.




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