Vivir y Pensar - El efecto curiosidad

"...'La mayor parte de los hombres no quiere nadar antes de saber'. ¿No es esto espiritual? ¡No quieren nadar, naturalmente! Han nacido para la tierra, no para el agua. Y naturalmente no quieren pensar; como que han sido creados para la vida, ¡No para pensar! Claro, y el que piensa, el que hace del pensar lo principal, ése podrá acaso llegar muy lejos en esto pero; ése precisamente ha confundido la tierra con el agua, y un día u otro se ahogará..."
Hermann Hesse - Lobo Estepario (1929)


Esta frase es inevitablemente cierta. Es terriblemente concisa, pero precisamente por ese rasgo, algo incompleta. Los hombres no fuimos hechos para pensar, eso es claro: Basta ver nuestros orígenes para descubrir que los hombres se empeñaron en sobrevivir, en reproducirse, en adquirir lo necesario para tener una mejor vida, pero no en desentrañar los problemas que plantea la filosofía y que son inconclusos.
No hay pregunta filosófica que tenga una misma respuesta para todos los hombres, ¡Esto es claro!: No existe. Cada persona se encuentra sumergida en un pequeño microcosmos, que se basa en algunos axiomas que se forman a base de columnas estructurales. A partir de éstas bases, se forma la personalidad: Quizás logre demoler alguna o levantar otra, pero la mayoría de las bases se mantienen de principio a fin, incluso en las personas que experimentan cambios revolucionarios en exceso (a causa de).
El problema entonces, radica en que estas personas se dedican a pensar, a replantearse, a dialogar consigo mismas hasta llegar a sus propias conclusiones, resultado de su inteligencia y axiomas. Y es definitivamente imposible que sean las mismas que las de otros hombres, ya que cada uno de nosotros es un ser particular. Todos estos hombres no supieron vivir, sino que se dedicaron exclusivamente a pensar, a bañarse de agua, alejandose 'para siempre' de la tierra, sin poder convivir con el ecosistema que dejaban a sus espaldas. Cuanto mas hondo llegan, más lejos están del suelo, más se pierden, más se ahogan y por una paradoja (No de índole casual) más se acoplan al agua: Se vuelven peces, dejando a lo considerado natural para siempre (A menos que sus axiomas se debiliten sobremanera y se decidan a regresar).
Las personas que leen, que piensan metafísicamente y que hacen de ésto un hábito, un modo de vida, son considerados (Por mí, claro está) una especie de peces. El leer conlleva a imaginar, a replantearse, a reflexionar hechos, a vivir vivencias que nunca vivirá en su realidad inmediata. Esto hace que esa persona se entristezca, por dos posibilidades: Porque se empieza a considerar (y lo es) de otro tipo, una persona particular, o bien, si esto no le molesta, porque no puede resolver lo que quiere: El ser humano no está hecho para pensar, sino para vivir.
Mi solución a este dilema, y es una solución que no busca genialidad, ni sobresalir en ningún campo (Está en el medio de ambas), es un equilibrio momentaneo. Es vivir a la manera de un péndulo, yendo de un extremo a otro hasta encontrar un punto que me convierta en un ser feliz. Esta podrá ser la solución de algunos, otros podrán elegir seguir el camino incierto del agua mientras que otros (la gran mayoría) vivirán felices sobre el duro suelo, quizás dudando que hay atrás del horizonte azul, pero buscando la felicidad en los pequeños placeres de la vida.


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