El otro

Escribo sin ganas, como si nada de esto fuera cierto y como si lo que pasa entre mis manos y estas letras, estos grafemas, fuera energía eterna. No pienso en nada, y a la vez pienso en todo; un hondo agujero en medio del sauce que hay aquí, en la esquina de mi casa, me miró ayer, cuando salía. Comentó no se que barrabasada y, piropeando, me llamó a acercarme. Dejé de tenerle miedo, y me acerqué, solapado, entre las baldosas, entre las esquinas. El frío mármol en la entrada de las casas me mira, me mira de cerca, huele cada paso dado, susurra con sus compañeros de vida: las columnas, el hierro oxidado del portón del edificio, las negras rejas de la casa de Enriqueta y la sutil elevación de raíces del árbol sobre las baldosas ya rotas. Me acerqué y me mira:
 - Despacito ahora, no te tropieces con la sangre del piso ahora, no te caigas sobre las baldosas rotas ahora. No sufras lo que yo no sufrí en carne propia, ahora. Nada de lo que decís me tiene con cuidado, a menos que quieras matarme, aunque tampoco me parece importante. Acercate y miralo, miralo de cerca.
 - Nada es lo que dice ser -le respondí. Cuando quiera que un árbol me hable iré a la escuela y charlaré mi patología. Sos algo que no aparentas ser, porque bien sé que te pienso y te hablo como me hablo a mí mismo, como le hablo a la toalla cada vez que me baño, o a la guitarra cuando rasgo sus finas cuerdas y como una gran amante, siempre dispuesta, franca me acepta. A vos te quiero, porque bien sé que si hablas existís en mi mundo y ya formas parte de mí.
 - No pienses de más, dijo el árbol, simplemente, y sonrió.
 La conversación no fue otra cosa que un susurro vago que nadie jamás pudo oír y sin embargo existió, lo afirmo ahora, lo juro por la distancia entre mis dedos y estos morfemas que van creciendo y apareciendo a lo lago del recorrido de tu mirada, querido lector.
 Me acerqué al árbol, decía, y ví al gorrión allí posado, en lo profundo, casi disimulado, como dormido. Lo ví, me estremecí y sonreí. ¡Pobre gorrión desventurado! Quizás ya el árbol se haya empezado a llenar de gorrión, y el gorrión ya sea un poco árbol, un poco hoja,
 El árbol  ya es un poco gorrión, con su pico, con su boca, con las semillas todavía en lo hondo de su pecho.
 Me acerqué y me fuí, sonriendo.

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